Inspirado en el artículo: ¿Merece la pena luchar por ser el número uno?
Hace unos días hablando con una amiga, me explicó que había leído el libro de "El Secreto". El libro trata de como exprimir todo tu energía para conseguir algo, de concentrarte sobre una meta que quieres conseguir y seguro que "el destino", "la suerte" o "Dios" (como quieras llamarlo) te hace conseguir esa meta.
Yo estaba totalmente en desacuerdo con esa mentalidad, de ahí el título de mi Blog. El peligro de ponerse una meta es obsesionarse con esa meta. ¿Qué pasaría si, por el motivo que sea, no consigues llegar a tu objetivo? Jugar con las creencias de las personas es algo muy delicado y muy serio. Lo primero que se ha de hacer es enseñar a la persona en la no obsesión, darle la suficiente seguridad y autoestima para no dejar que tu bienestar dependa de llegar a esa meta.
Personalmente, considero que las metas han de ser flexibles, deben poder adaptarse a las necesidades, que en un preciso momento, tienes. Es imposible ponerse como meta, que dentro de 10 años debo haber acabado la carrera de Medicina, ya que no se como seré yo con 10 años más, no se cuales serán mis expectativas o necesidades. Ponerse una meta es algo tan complicado como llegar a ella. Ya es complicado ponerse una meta, como para que también nos pongamos una meta temporal: "Debo conseguir acabar la carrera de Medicina en 4 años". Eso me parece un error, ahí entramos en posibles obsesiones, preocupaciones, estrés,... y eso no es bueno para nadie.
La experiencia me dice que lo mejor es ponerse una meta, un objetivo a conseguir a medio-largo plazo, y justo después debemos cerrar los ojos (es decir, no volver a pensar en esa meta, no obsesionarse) y dejarse llevar por el destino (lo que otros llaman Dios o suerte, yo lo llamaré Destino). Pero nunca un destino que nos dejamos llevar libremente, como quien se deja llevar por una corriente de un río de montaña, es una dejadez dirigida, sabemos las cosas que tenemos que hacer si queremos llegar.
Dentro de un largo periodo de tiempo, vuelves a abrir los ojos y buscas tu meta. Pueden darse tres opciones:
- Aun no hemos llegado: no pasa nada, tenemos la oportunidad de pensar si queremos seguir hacia esa dirección o si queremos marcarnos otro camino. Lo importante es mirar hacia atrás y ver todo lo que ya hemos recorrido.
- Has llegado: probablemente hace tiempo que has conseguido tu objetivo y estás mucho más alejado de lo que nunca te hubieras esperado llegar. Tienes la oportunidad de ponerte otra meta más generosa, algo que en su época la diste por imposible pero ahora la tienes un poco más cerca. Se un poco avaricioso: puedes conseguir todo lo que te propongas.
- No encuentras tu meta: has recorrido otro camino del que te habías marcado previamente, y lo que antes era para ti una meta imprescindible para tu bienestar, ahora se a transformado en una mera anécdota, y tus preocupaciones y necesidades no se asemejan en nada a las que tenías cuando pusiste tu meta. Tienes un nuevo camino que recorrer con muchas más cosas que aprender, y probablemente que dentro de unos años, tengas otros conocimientos que ahora ni te imaginas.
Para mí la tercera opción es la mejor, personalmente me han sucedido las tres opciones, y eso es lo bonito. Tenemos una vida tan larga y con tantas oportunidades de hacer diferentes cosas y de conocer diferentes personas que nos harán conocer más cosas... y creando un círculo que espero que nunca se rompa. Debemos evitar la rutina, ya que es la forma de que ese círculo se llegue a romper.
¿Merece la pena ponerse metas utópicas?
Yo creo que sí, pero nunca sobre pasar la línea de la obsesión. Alguien dijo una vez:
Existen dos tipos de personas en el mundo: las personas racionales y las personas irracionales. Las personas racionales son aquellas que se adaptan al entorno. Y las personas irracionales son aquellas que quieren adaptar el entorno a sus necesidades. Es gracias a estas personas irracionales que ha habido avances en la ciencia, medicina, derechos humanos,...
Hubo una persona irracional que se puso como meta iluminarse con algo que no sea una vela, llamándole loco, y Thomas Edison creó la bombilla. Con la posibilidad de que le quemaran en la hoguera, Nicolás Copérnico se puso como meta demostrar que la Tierra no era el centro del universo. Alguien dijo que el Hombre podría volar y los Hermanos Wright crearon el primer avión. Einstein demostró que el espacio se pliega y que el tiempo no es lineal, etc etc.
¿Merece la pena luchar por ser el número uno?
Este texto lo he realizado para contestar esta pregunta, e intentaré contestarla con una experiencia mía:
Hace años cuando estudiaba informática, eramos unos 6 en el último curso, de los cuales un chico y yo eramos los que más destacábamos en las notas. Los demás luchaban por el 7 u 8, y nosotros por el 10. En las primeras semanas me sentía muy complacido conmigo mismo, porque mi máximo rival no alcanzaba el 9 nunca, y yo siempre lo sobrepasaba acercándome a mi objetivo, el 10, de ser el mejor sin discusión. Quería llegar a ser igual de inteligente que el profesor que nos daba Programación, él lo sabía todo y yo quería ser como él.
Un día pude apreciar como mi gran contrincante se quedaba hasta bien entrada la noche, ayudando a los otros compañeros, para que ellos pudieran llegar al 7 u 8, y una vez que había ayudado a los demás, dedicaba el poco tiempo de la madrugada para poder realizar sus trabajos.
Yo era el número uno, había llegado a mi meta de ser el mejor de la clase, pero a un precio que no me gustó pagar. Mi gran contrincante era el número uno, pero el número uno del compañerismo y la amistad, y yo había logrado otra meta sin saberlo, era el número uno del egoísmo.
¿Merece la pena luchar por ser el número uno? Claro que sí, pero todo tiene un precio. Antes de preguntarte si quieres ser el número uno, piensa que si el precio que debes pagar también te merece la pena. Muchos investigadores e inventores pagan el precio de perder las amistades y la familia, pero por un bien que cambiará la humanidad. Es un precio que han pagado y desconocido por todos, yo los considero héroes, yo no sería capaz.
Mi historia acaba bien, después de darme cuenta que ser el número uno no era la meta que yo realmente quería. Dejé de serlo para ayudar a mi gran rival, y posteriormente mi mejor amigo, a ayudar al resto de los compañeros. Así acabar antes sus trabajos y teniendo más tiempo para poder ayudarnos entre nosotros a acabar el nuestro. Así logré mi primer 10, junto a mi mejor amigo, mi ex-rival. Y teniendo que explicarle al profesor como habíamos hecho ese proyecto informático, porque él no sabía hacerlo. Eso sí que es una meta inesperada: conseguir un gran amigo, y demostrar que sabes más que el profesor.